“Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado” (Mateo 10:40).
El tema principal de este 13º Domingo del Tiempo Ordinario se centra en la virtud de la hospitalidad como nuestro deber sagrado, obras de misericordia y como medio de testimonio de nuestra fe cristiana.
En la época bíblica antigua, el visitante que viaja y solicita asistencia se considera un recordatorio viviente de la lucha anterior del pueblo judío como extranjeros maravillados y forasteros esclavizados en Egipto, Babilonia y otras naciones poderosas. Un extraño en necesidad es para recordarnos nuestro estado actual como peregrinos descarriados en la tierra. Por tanto, cualquier visitante debe ser acogido y tratado con amor en el nombre de Dios que ama a todos los hombres. En lugar de tratar a un visitante como una carga o un deudor, o como alguien de quien desconfiar, o una ocasión para quejarse, el anfitrión debe complacerse en dar la bienvenida al visitante que no puede compensar al anfitrión por los servicios recibidos.
En el Antiguo Testamento, las historias de Abraham y otras figuras bíblicas ilustran la forma de hospitalidad que se debe tratar a un huésped.
En el Nuevo Testamento, cuando Pablo llama a los primeros cristianos a mostrar hospitalidad a los extraños, relaciona la hospitalidad con el mandamiento de amor de Cristo. Además, la Regla de Oro “Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti” debe aplicarse en nuestras vidas, tratando a cualquier visitante como Cristo. La hospitalidad parece ser el estándar por el cual se decidirá el futuro del anfitrión y del visitante.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a practicar la virtud cristiana de la hospitalidad, a seguir más de cerca a Jesucristo, a arrepentirnos de nuestros pecados, a ejercer nuestra corresponsabilidad cristiana, a usar nuestro tiempo, tesoro y talentos para amar a Dios sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo como nosotros mismos, participando en las obras de misericordia, cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas y glorificar a Dios.
¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a practicar la hospitalidad, ofreciéndonos generosamente?