“Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios". (Lucas 12:20-21)
El tema principal de este 18º Domingo del Tiempo Ordinario se centra en la verdadera riqueza de nuestra vida cristiana, que es la riqueza celestial o espiritual por encima de la terrenal o material. Muchas personas tienen conceptos erróneos sobre la riqueza porque solo se preocupan o se preocupan más por la riqueza material terrenal que la riqueza espiritual celestial.
Muchos de nosotros constantemente adquirimos riqueza material mundana, poder y prestigio, pero olvidamos o rehusamos compartir o cuidar a las personas menos afortunadas que necesitan nuestra ayuda para su sustento, comodidad, seguridad y apoyo. Estas “personas materialistas” valoran la vida en términos del “aquí y ahora” y en las medidas monetarias y numéricas. Su insaciable hambre y sed de carencias y deseos se vuelven más importantes que sus necesidades y dependencia de Dios que se vuelven codiciosos, arrogantes, egoístas, posesivos, manipuladores, necios y pecadores. Se olvidan de acumular riqueza espiritual celestial haciendo obras de misericordia, cuidando de los menos afortunados y de las creaciones de Dios.
Hoy, Dios nos está enseñando que el verdadero significado de la vida no se encuentra en el acaparamiento egoísta de riquezas y posesiones materiales, sino en compartir nuestro tesoro, tiempo y talentos con los demás y los necesitados para el beneficio de todos y para la mayor gloria de Dios. Dios nos está instruyendo que nuestra verdadera seguridad no está en las cosas materiales del mundo como el dinero, el poder o el prestigio, sino solo en Dios.
Como dijo San Agustín: “Tú nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (San Agustín, “Confesión” libro I). De hecho, podemos encontrar nuestra verdadera paz, alegría y satisfacción no en la riqueza material terrenal, sino solo en Dios.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a construir nuestra riqueza espiritual celestial haciendo obras de misericordia, amar a Dios sobre todo y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas para glorificar a Dios.
¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a ser generosos al compartir nuestro tesoro, tiempo y talentos, cumpliendo con nuestro deber de corresponsabilidad cristiana para acumular riquezas eternas y verdaderas en el cielo?