“Esto dice el Señor: "A ti, hijo de hombre, te he constituido centinela para la casa de Israel.
Cuando escuches una palabra de mi boca, tú se la comunicarás de mi parte.'' (Ezequiel 33:7).
El tema principal de este 23º Domingo del Tiempo Ordinario se centra en nuestra obligación de practicar la corrección fraterna debido al impacto de la fe en nuestra vida personal y comunitaria. Tener fe en Jesucristo y ser miembro de la Iglesia significa que pertenecemos a Cristo en una comunidad de hermanos y hermanas que comparten la misma creencia. Como somos parte de esta familia extendida en Cristo, también conocida como la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, somos los “guardianes” de nuestros hermanos y hermanas en la fe. Cada uno de nosotros es importante para todos en nuestra comunidad fiel. Por lo tanto, debemos estar consciente y significativamente presentes los unos para los otros, y asumir la responsabilidad unos de otros. Cualquier actitud o comportamiento inhumano, irrespetuoso o negligente entre unos y otros, especialmente hacia aquellos indefensos, es perjudicial para todos. Necesitamos amonestar y corregir a los ofensores para el bienestar y la salvación de toda la entidad. Somos responsables de la salvación de los demás, porque todos somos hijos de Dios, y hermanos y hermanas en Cristo.
La corrección fraterna es una sugerencia sincera y afectuosa que el cristiano da al prójimo para ayudarlo en el camino de la santidad. Es un medio de progreso espiritual por el cual la persona puede crecer en el autoconocimiento, tomando conciencia de los defectos que el amor propio puede ocultar o disimular. A menudo es una condición previa necesaria para permitirnos abordar esos defectos con la ayuda de Dios, y así mejorar nuestra vida cristiana.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a practicar la corrección fraterna, seguir más de cerca a Jesucristo, arrepentirnos de nuestros pecados, ejercer nuestra corresponsabilidad cristiana, usar nuestro tiempo, tesoro y talentos. amar a Dios sobre todo y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, participando en las obras de misericordia, cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas y glorificar a Dios.
¿Cómo podemos convertirnos en auténticos guardianes de la salvación y el bienestar de nuestros hermanos y hermanas, teniendo la valentía moral de practicar la correccion fraterna, de ofrecer orientación y aliento para vivir una vida santa?