“¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Marcos 7:37).
El tema principal de este 23o Domingo del Tiempo Ordinario nos invita a convertirnos en los humildes instrumentos de sanación de Dios en las manos de Jesús, dando voz a los sin voz y amor solidario a los necesitados y marginados, invitándonos a abrir nuestros oídos para escuchar la palabra de Dios y dejar que el Espíritu Santo nos suelte la lengua para proclamar la Buena Nueva del amor y la salvación de Dios para todos.
Las lecturas de hoy hablan de un Dios que se preocupa especialmente por los que no tienen voz y los afligidos.
Sin embargo, algunos de nosotros hemos perdido la fe en Dios y la capacidad de reconocer Su voz llamándonos a la acción para dar oído y voz a los sordos y mudos, de modo que la persona sanada pueda convertirse en un verdadero testigo del poder de Dios. Una Iglesia que ha de dar testimonio del ejemplo del amor de Jesús no debe descuidar a "los abatidos" y los sufrientes. A través de la presencia sanadora de Cristo, nosotros, como Iglesia, debemos dar voz a los que no la tienen y convertirnos en el instrumento de paz y salvación de Dios para el mundo.
Al continuar el ministerio de Jesús en este mundo atribulado, la Iglesia nos mantiene en contacto con la realidad del poder salvador de Dios, la misericordia divina, la compasión, el perdón y la gracia. Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) LIDERAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a convertirnos en el instrumento de sanación y paz de Dios, a practicar las obras de misericordia a través de Jesucristo.
¿Cómo podemos encarnar la compasión y la misericordia de Jesús para sanar nuestra sordera y mudez física y espiritual?