"En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia.” (Mateo 17:1-2)
El tema principal de este segundo domingo de Cuaresma se centra en la necesidad de nuestra metamorfosis o transformación y nos invita a trabajar con el Espíritu Santo para cambiar nuestra vida y convertirnos en mejores personas para reflejar la santidad de Dios en nosotros, para irradiar la gloria y la gracia del Señor transfigurado a todas las personas, con nuestras vidas llenas del Espíritu.
La palabra “transformación” (trans "a través, ir más allá, al otro lado de" + formare "formar, perfilar, figurar, dar forma") significa pasar, experimentar un cambio completo o importante en apariencia o forma. Es un proceso de modificación, sustitución o conversión para volverse diferente de antes, ojalá para mejor y no para peor.
La transformación o el cambio es una realidad necesaria y un elemento de crecimiento. Si cambiamos, crecemos. Si no cambiamos, nos estancamos. Esa es la simple verdad. Además, el cambio es inevitable. La vida misma consiste en constante cambio y progresión. Desde el primer día de nuestra vida física, pasamos de ser un óvulo fecundado a ser un feto, un bebé, un niño, un adolescente, un adulto joven, un adulto, un anciano, y volver a ser polvo. Nadie puede detener esta inevitable realidad de progresión en la vida. Así como nuestra vida física continúa cambiando, nuestra vida emocional, intelectual y espiritual también debe pasar por la progresión de modificación o maduración por nuestra experiencia e iluminación de vida en curso. Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a trabajar con el Espíritu Santo para imitar y seguir a nuestro salvador Jesucristo en este tiempo de Cuaresma para transformarnos y ser mejores personas, arrepentirnos de nuestros pecados, ejercer nuestra mayordomía cristiana, usar nuestro tiempo, tesoro y talentos para amar a Dios sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, participando en las obras de misericordia, para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas para glorificar a Dios.
¿Cómo podemos ayudarnos mutuamente a abrazar y permitir que cada sacramento y la gracia de Dios nos transformen y nos unan cada vez más profundamente con Jesucristo?
Les deseo una muy feliz y bendecida semana en el Señor.