“En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes.” (Lucas 9:28-29).
El tema principal de este segundo domingo de Cuaresma se centra en el evento de la “transfiguración” de Jesucristo, llamándonos a hacer lo mismo para participar en nuestras “transformaciones”, lo que significa cambios como la metamorfosis (palabra griega “metamorphoomai”) que describe la realidad que ocurre en diferentes áreas de la vida. Vemos que una oruga se convierte en mariposa; un huevo de gallina sale del cascarón y se convierte en pollito; y un capullo de flor comienza a abrirse y florecer, etc.
Todos estos cambios requieren tiempo y proceso. Por ejemplo: las piedras preciosas y las gemas costosas como el diamante, la esmeralda, el rubí y el zafiro provienen de minerales cristalizados que, bajo el inmenso calor de la tierra y la intensa presión, necesitaron muchos años para formarse. Las perlas naturales se forman cuando un objeto extraño entra en la concha de una ostra. Para defenderse del intruso, la ostra pone capa tras capa de carbonato de calcio, conocido como nácar, junto con otros minerales para cubrir la partícula como pieles de cebolla para crecer y formar la preciosa perla. Así, el intruso extranjero es gradualmente “transformado” o “transfigurado” o “cambiado” en una perla rara y costosa.
El cambio parece inevitable o inevitable y la mayor parte del tiempo incómodo. Todos cambiamos en la vida. Físicamente, un bebé crece y se transforma para convertirse en un niño, luego en un adolescente, luego en un adulto joven, luego en una persona madura, luego en un anciano. Sin embargo, cambiar para bien y no para mal es lo que todos deseamos.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. Las lecturas de hoy nos invitan a tener la paciencia, la sabiduría, el coraje y la determinación necesarios para trabajar con el Espíritu Santo para cambiar y transformar nuestras vidas renovándonos durante este tiempo de Cuaresma, para irradiar la gloria y la gracia del Señor transfigurado a todo nuestro alrededor. nuestras vidas llenas del Espíritu.
¿Cómo podemos participar en la transfiguración de Cristo transformándonos y haciéndonos más como Él a través de la oración, el ayuno y la limosna, recibiendo la Sagrada Comunión, los sacramentos y haciendo las obras de misericordia?
Deseando a todos una semana bendecida en el Señor.