“Te compadeces de todos, y aunque puedes destruirlo todo, aparentas no ver los pecados de los hombres, para darles ocasión de arrepentirse." (Sabiduría 11:23).
El tema principal de este 31 domingo del Tiempo Ordinario se centra en la misericordia benevolente y perdonadora de Dios por los pecadores y la respuesta de arrepentimiento y conversión que Dios espera de nosotros.
La misericordia de Dios es sobreabundante e infinita para todos. Él siempre está listo para acercarse a nosotros para salvarnos, rescatarnos o redimirnos, para reparar nuestra relación rota con Él y entre nosotros, para traernos de vuelta al estado original de gracia, gozo, paz, bondad y amor que disfrutamos primero en el paraíso, el jardín del Edén. Tal es el deseo y el plan de Dios con la humanidad, su creación, la economía de nuestra salvación.
Nuestra verdadera sabiduría, entonces, es reconocer y apreciar la infinita compasión y misericordia de Dios, reconocer y arrepentirnos de nuestros pecados, tener fe en Jesucristo como Señor y Salvador, cooperar con la gracia de Dios en el Espíritu Santo, restablecer una relación legítima con Él, para obtener la vida eterna. Tal enseñanza también se menciona en el “Castillo Interior” de Santa Teresa de Ávila. Ella indica que el primer paso de nuestra vida de oración y la práctica de nuestro discipulado cristiano es ganar conocimiento propio.
En otras palabras, quiere que reconozcamos la realidad de nuestro estado pecaminoso y la maravillosa grandeza de Dios que reside en el centro del “castillo” (es decir, el alma). No es necesario que busquemos nuestra verdadera felicidad en la vanidad del mundo exterior, sino que busquemos a Dios y su misericordia interiormente en nuestro corazón.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús.
El tema de hoy nos invita a reconocer la misericordia de Dios, a arrepentirnos de nuestros pecados, a ejercer nuestra corresponsabilidad cristiana, a usar nuestro tiempo, tesoro y talentos para amar a Dios sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, participando en las obras de misericordia, para cumplir La voluntad de Dios en nuestras vidas para glorificar a Dios.
¿Cómo podemos apreciar la misericordia de Dios, arrepentirnos de nuestros pecados, enmendar nuestra vida como lo hizo Zaqueo?