“Elías le dijo: “No temas. Anda y prepáralo como has dicho; pero primero haz un panecillo para mí y tráemelo. Después lo harás para ti y para tu hijo, porque así dice el Señor de Israel: ‘La tinaja de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra” (1 Reyes 17:13-14).
El tema principal de este XXXII Domingo del Tiempo Ordinario nos invita a vivir un compromiso total al servicio de Dios con un corazón humilde y generoso, libre de orgullo y prejuicios, ejerciendo y manteniendo la fe total en la providencia divina, confiando en el amor misericordioso de Dios y cumplir la voluntad de Dios para obtener nuestra salvación.
Las lecturas demuestran concretamente cómo podemos cumplir el mayor mandamiento de Dios y de Cristo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” que precedió a unos pocos versículos antes de la lectura del Evangelio de hoy.
Como mencionamos el domingo pasado, el amor es la fuerza más poderosa del universo y es la esencia de Dios lo que eleva a la humanidad a la divinidad. Cuando amamos participamos de la esencia divina de Dios y de nuestra propia divinización. Sin embargo, necesitamos amar correcta y apropiadamente, lo que significa que necesitamos amar a Dios sobre todo y amar a los demás como a nosotros mismos, como Cristo Jesús nos ordenó que lo hiciéramos. Sin Dios nada puede existir. Por lo tanto, nuestro amor por Dios es, de hecho, nuestra necesidad y respuesta a Dios, quien nos ha amado primero.
Como proclama San Juan: “Si alguien dice: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es un mentiroso; porque quien no ama a un hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Este es el mandamiento que tenemos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4: 20-21). Por tanto, amar al prójimo es la medida y concreción de nuestro amor a Dios.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) LIDERAN a otros a Jesús. Los temas de hoy nos invitan a amar y confiar en Dios por encima de todo, amando y cuidando a nuestro prójimo.
¿Cómo concretar y cumplir los mandamientos de Cristo, amar a Dios, reconocer nuestra total dependencia de Él y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos?
Deseando a todos una semana bendita en el Señor.