"En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes son la sal de la tierra. Ustedes son la luz del mundo.” (Mateo 5:13, 14)
El tema principal de este quinto domingo del tiempo ordinario año A se centra en la evangelización y la misión de nuestro discipulado cristiano, siendo sal y luz para el mundo. El autor de los Salmos nos invita a “gustar y ver la bondad del Señor” (Salmo 34:9). Nuestra experiencia de probar la sal y ver la luz se refiere al conocimiento, que se ha obtenido no a través de ningún proceso didáctico, sino de manera existencial o experiencial. Es un conocimiento por connaturalidad que proviene de ser la clase de persona en la que los demás pueden experimentar, “gustar” y “ver” la bondad del Señor, para que puedan llegar a un conocimiento personal y experimentar la presencia salvadora de Dios en sus vidas.
Nosotros, el “Pueblo de Dios”, estamos marcados por características que nos distinguen claramente de todos los demás grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales que se encuentran en la historia. Nosotros, el “Pueblo de Dios”, pertenecemos a Dios y no al contrario, porque Dios no es propiedad de ningún pueblo. Dios nos adquiere para sí mismo, haciéndonos "una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa".
Nos convertimos en Pueblo de Dios no por un nacimiento físico, sino por "nacer de nuevo", un nacimiento "del agua y del Espíritu", es decir, por la fe en Jesucristo y el Bautismo. Somos “el Pueblo Mesiánico” teniendo como cabeza a Jesucristo (el ungido, el Mesías), con dignidad y libertad de hijos de Dios y templos del Espíritu Santo, siguiendo el mandamiento nuevo del amor de Cristo, para cumplir nuestra misión de evangelización, para ser sal de la tierra y luz del mundo, y semillas de unidad, esperanza y salvación para todo el género humano, para extender y construir el Reino de Dios (CIC #782).
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a convertirnos en sal de la tierra y luz del mundo, especialmente en el Tiempo Ordinario, a imitar y seguir a nuestro salvador Jesucristo, a arrepentirnos de nuestros pecados, a ejercer nuestra corresponsabilidad cristiana, a usar nuestro tiempo, tesoro, y talentos para amar a Dios sobre todo y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, participando en las obras de misericordia, para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas para glorificar a Dios.
¿Cómo podemos ser la sal de la tierra y la luz del mundo, manteniendo la pureza de pensamiento y de obra, luchando contra el mal, conservando los valores evangélicos y nuestra identidad cristiana, iluminando el camino de Cristo hacia Dios?
Les deseo una muy feliz y bendecida semana en el Señor.