“Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo.” (Juan 20: 22)
Hoy celebramos Pentecostés, que en griego antiguo significa "el quincuagésimo día", que recuerda la alianza de Dios con Noé que tiene lugar 50 días después del gran diluvio, y con Moisés, la entrega de la Ley de Dios en el monte Sinaí en un viento y fuego aterrador que ocurre 50 días después del comienzo del Éxodo de Egipto.
Más adelante en el cristianismo, Pentecostés conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos que comienzan a compartir la Buena Nueva del Señor. Por lo tanto, Pentecostés también se conoce como el "Cumpleaños de la Iglesia". Es un evento tanto del pasado como del presente, porque el don del Espíritu Santo es algo para compartir con los demás continuamente, incluso hoy. La fiesta de Pentecostés marca el final y la meta de la temporada de Pascua.
Pentecostés nos llama a darnos cuenta de que el centro de la realidad, el corazón más íntimo de todo el infinito, el amor del Dios santísimo se ha convertido en nuestro centro y corazón. Dios es nuestro. Dios nos ha sido dado como regalo, sin reservas. Dios ha hecho nuestro el gozo, la libertad, el conocimiento y la paz de la vida divina.
El don de Dios es el Espíritu Santo. La experiencia de este regalo es fuego (es decir, en nuestro corazón y en nuestro vientre), viento y aliento tan poderosos que infunden nueva vida a sus destinatarios. Sabemos que este don es nuestro, pero aún tenemos que descubrirlo por completo, aprovecharlo y convertirnos en participantes activos en el proceso de redención y transformación humana, exorcizando y expulsando de nuestras vidas todo lo contrario a los espíritus de Dios, para que el poder del Espíritu Santo verdaderamente puede apoderarse de nosotros.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) LIDERAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a arrepentirnos de nuestros pecados, reflexionar sobre nuestra vocación de discipulado cristiano dinámico para vivir una vida santa para cumplir la voluntad de Dios y obtener nuestra salvación.
¿Cómo podemos dejar que el Espíritu Santo en Pentecostés nos transforme del miedo a la osadía, de la inseguridad a la confianza, de la desesperanza a la determinación y misión decididas…?