“En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola" (Lucas 18:1).
El tema principal de este 29 domingo del tiempo ordinario se centra en la virtud necesaria de la persistencia o constancia en la oración, confiando plenamente en Dios mientras oramos. La virtud de la persistencia en la oración es un desafío para muchas personas hoy en día porque muchas personas tienen una idea equivocada sobre qué es la oración y cómo orar. Mucha gente tiene la idea errónea de que la oración es decir un "hechizo mágico" o un "preajuste de palabras" como un encantamiento que una vez que se pronuncian esas palabras, la magia sucederá de inmediato. Y si los eventos o cosas en nuestras vidas no han cambiado de acuerdo con nuestras expectativas, entonces, no “oramos” correctamente o fallamos en “seguir” el procedimiento correcto que ha puesto en peligro el resultado deseado.
Oración proviene de la palabra latina “precaria” u “oratio” que significa ‘petición'. Es una invocación, súplica, intercesión que busca comunicarse con Dios con el propósito de petición, acción de gracias o alabanza. Santa Teresa de Ávila explica que la oración “no es más que un íntimo compartir entre amigos; tomar tiempo con frecuencia para estar a solas con Aquel que sabemos que nos ama”. Para Santa Teresa de Ávila, la oración no se trata de decir palabras o frases mágicas, sino de relación. En otras palabras, cómo profundizamos nuestra relación personal, confianza fiel en Dios y nuestro Señor y Salvador Jesucristo en todos los aspectos de nuestras vidas.
La oración persistente significa cultivar la presencia íntima con Dios, comunicarse con Él constantemente sin desfallecer ni perder el ánimo ni la paciencia, objetando, descuidando o dudando; escucharlo con plena atención, confiados para dejarnos guiar por Dios, y obedientes para actuar, para cumplir sus planes y conformarnos a su voluntad en nuestras vidas.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a desarrollar la oración persistente en nuestra vida espiritual, a ejercer nuestra corresponsabilidad cristiana, a usar nuestro tiempo, tesoro y talentos para amar a Dios sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, participando en las obras de misericordia, para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas para glorificar a Dios.
¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a orar más fiel, persistente y comunitariamente, sin desanimarnos en Dios?