“Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta que llegara la hora.” (Lucas 4:13).
Con la celebración del Miércoles de Ceniza hemos iniciado nuestro Tiempo de Cuaresma, el camino penitencial de 40 días con nuestro Señor desde el desierto desolado hasta la bulliciosa ciudad metropolitana de Jerusalén, acompañándolo en la subida al Monte Calvario (“Calvaria” en latín, “Gólgota” en griego) para ofrecer su vida por nosotros para salvarnos.
En esta peregrinación de Cuaresma, nos recordamos el amor misericordioso de Dios, la realidad de nuestra pecaminosidad humana, la economía y la historia de nuestra salvación. Estamos llamados a arrepentirnos de nuestros pecados, a volver a Dios, a profundizar nuestra fe, a solidificar nuestra relación personal con Cristo mediante la antigua práctica de la oración, el ayuno y la limosna. Si nos unimos totalmente a Cristo, como Dios lo resucitó de entre los muertos, Dios también nos resucitará a nosotros para experimentar la gloria de la resurrección y la vida eterna. Dios es quien muestra incansablemente su amor compasivo por nosotros y nos salva una y otra vez del resultado del pecado y sus consecuencias mortales. Por lo tanto, nuestra salvación significa las expresiones y acciones concretas del amor de Dios por nosotros al liberarnos de circunstancias difíciles, condiciones negativas, males, enfermedades, oscuridad, dolor, sufrimiento, adicciones, pesimismo, depresión y muerte, transfiriéndonos a un estado de libertad, seguridad y sanación, para disfrutar al máximo de la vida sana en la luz, la tranquilidad, el optimismo, el consuelo, la alegría, la satisfacción, el amor y la paz.
A menudo, somos tentados a rechazar o poner en peligro el plan de salvación de Dios para nosotros, ya sea reemplazando o sustituyendo a Dios el "creador" con otras entidades, las "creadas o criaturas", para tomar el lugar de Dios (que es la definición precisa del pecado de "idolatría”) o negando completamente la existencia de Dios, que es lo que hacen los ateos. Otras veces somos tentados, atraídos, influenciados o seducidos por fuerzas malignas que intentan poner en peligro nuestro viaje, impidiéndonos alcanzar o llegar a nuestro destino final y meta de alcanzar al gozo, la paz y la felicidad eterna que nos espera. A menos que reconozcamos la presencia de Dios en nuestras vidas, su suprema bondad y prioridad sobre todos los seres o cosas creados, y apreciemos lo que ha hecho por nosotros, obedezcamos sus mandamientos y cumplamos su voluntad, no podemos ser salvos.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. Los temas de hoy nos invitan a contar la asistencia de Dios, a vivir una vida nueva para Cristo y a luchar contra nuestras tentaciones.
¿Cómo hemos ido recordando y reconociendo la presencia de Dios en nuestra vida, su suprema bondad y prioridad sobre todo, resistiendo las tentaciones, teniendo una fe total en Él?
Deseando a todos una semana bendecida en el Señor.