“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida” (Juan 6:51).
El tema principal de este Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario continúa el tema del domingo pasado se centra en el Pan de Vida que desciende del cielo, que nuestro Señor quiere darnos para satisfacer nuestro más profundo hambre, de nuestro sustento espiritual más que nuestra necesidad de alimento físico.
La Hostia Consagrada, el Santísimo Sacramento, la Sagrada Eucaristía, es la esencia de la Eucaristía, que es fuente y cumbre de la vida cristiana. El término “Eucaristía” tiene su origen en la palabra griega eucharistia, que significa acción de gracias.
El Señor Jesús, la noche antes de sufrir en la cruz, compartió una última cena con sus discípulos. Durante esta cena nuestro Salvador instituyó el sacramento de su Cuerpo y Sangre, para perpetuar el sacrificio de la Cruz a través de los siglos, y confiar a la Iglesia un memorial de su muerte y resurrección. La institución de la Eucaristía se menciona en Mateo 26:26-30; Marcos 14:22-26; Lucas 22:14-20; y Juan 6:22-59 (El Discurso del Pan de Vida).
Las lecturas de hoy nos brindan otra oportunidad para continuar nuestra reflexión sobre el don de la Sagrada Eucaristía, el Pan de Vida que baja del cielo para salvarnos, alimentarnos y fortalecernos en nuestro camino, para acercarnos cada vez más a Jesucristo y alcanzar la vida eterna.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, ¿cómo podemos apreciar, aceptar el “Pan de Vida” de Jesús, la Sagrada Eucaristía y estar totalmente unidos a Él?
Deseando a todos una semana bendita en el Señor.