“Luego Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga.'' (Mateo 16:24).
El tema principal de este 22º Domingo del Tiempo Ordinario se centra en la necesidad del sufrimiento y el sacrificio en nuestras vidas como el plan de Dios para nuestra salvación. Los caminos, pensamientos, mente y voluntad de Dios no son los nuestros. Por lo tanto, para vivir una vida auténtica y fiel de discipulado cristiano, debemos aceptar nuestro sufrimiento y vivir de una manera diferente al mundo pecador.
Debemos aceptar, adquirir los caminos, pensamientos, mente y voluntad de Dios como propios, abrazar la exigencia del autocontrol (es decir, “debe negarse a sí mismo” – Mateo 16:24), la voluntad de sufrir por amor de Dios (es decir, “tomar su cruz” – Mateo 16:24), la generosidad (es decir, “ofrecer vuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios” – Romanos 12:1), y seguir a Jesús obedeciendo Su mandamiento de amor (es decir, “sígueme” – Mateo 16:24). Tal lucha, sufrimiento y eventual aquiescencia a la voluntad de Dios son aspectos inherentes a nuestro crecimiento espiritual y desarrollo del discipulado cristiano, dados por el sabio consejo de la Iglesia y guiados por el prudente proceso de discernimiento.
La Eucaristía es el máximo sacrificio de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo que participa del ofrecimiento de su Cabeza. Con Cristo, la Iglesia ofrece y se une a la intercesión de Cristo al Padre celestial por todos. La vida de los fieles, sus alabanza, sufrimientos, oración y trabajo, se unen a las del ofrecimiento total de Cristo, adquiriendo así un nuevo valor para la redención de todos (CIC #1368).
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) CONDUCEN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a aceptar el sufrimiento y el sacrificio como componentes necesarios para nuestra salvación, a seguir a Jesucristo más de cerca, a arrepentirnos de nuestros pecados, a ejercer nuestra mayordomía cristiana, a usar nuestro tiempo, tesoro y talentos para amar a Dios sobre todo y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, participando en las obras de misericordia, para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas para glorificar a Dios.
¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a aceptar el sufrimiento y el sacrificio en nuestras vidas como el plan de Dios para nuestra salvación, ser verdaderos amantes y discípulos de Cristo, entregarlo todo a Dios y ofrecer nuestros sacrificios diarios que exige la fe cristiana?