“y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día.” (Juan 24: 46)
En este tercer domingo de Pascua, el tema principal de las lecturas de hoy nos desafía a tener fe en la presencia viva de nuestro Señor Resucitado para fortalecer nuestra esperanza en Él, nos llama al verdadero arrepentimiento de nuestros pecados y nos lleva a dar testimonio de Cristo mediante nuestras Obras de Misericordia. Las lecturas también nos recuerdan que el propósito de la pasión, muerte y resurrección de Jesús es salvarnos de los pecados, nos invita a dar testimonio del Señor resucitado de manera más efectiva, a arrepentirnos de nuestros pecados, renovar nuestras vidas y encontrarnos con Jesús en la Palabra de Dios y en la Mesa Eucarística.
Nuestro discipulado cristiano incluye cuatro elementos comunes: (1) todo llamado genuino a seguir a Jesús se origina en Dios, no el resultado de una referencia o elección humana. (2) El discípulo es desafiado por Jesús a la conversión y transformación. Intrínseco a esta conversión es la conciencia de la necesidad de perdón y el poder de Dios. (3) Requiere un compromiso total para renunciar a todo lo que nos aleje del Señor y una firme dedicación a la integración de la fe y la manera de vivir. (4) Finalmente, todo llamado auténtico al discipulado cristiano debe necesariamente resultar en un sentido de misión y ministerio en el creyente empoderado por el Espíritu Santo.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) LIDERAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a arrepentirnos de nuestros pecados, reflexionar sobre nuestra vocación de discipulado cristiano dinámico para vivir una vida santa para cumplir la voluntad de Dios y obtener nuestra salvación.
¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a dar testimonio de nuestro Señor Resucitado en nuestras vidas?