“Pedro y los otros apóstoles replicaron: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho jefe y Salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen”. (Hechos 5:29-32)
El tema principal de este tercer domingo de Pascua vuelve a enfatizar o reafirmar la esencia de nuestra fe cristiana, que es nuestra fe en la resurrección de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien verdaderamente resucitó de entre los muertos. Algunas de las evidencias de su resurrección son sus repetidas apariciones a sus discípulos, sin importar dónde estén o con quién estén, el Señor resucitado demuestra constantemente las pruebas de su resurrección, por ejemplo: poder comer, moverse, hablar, tocar, soplar sobre sus discípulos…etc. haciendo actividades normales similares a cualquier persona viva.
De hecho, el Antiguo Testamento está escrito para preceder o profetizar la verdad de la resurrección de Cristo (Isaías 52:13–53:12; Oseas 6:2). El Nuevo Testamento también está escrito para testificar esta misma veracidad (Lucas 24:26-27, Lucas 24:46; Lucas 9:22; Hechos 3:18; Hechos 17:3; Hechos 26:23). Así, la Biblia nos ofrece amplios ejemplos de la resurrección de Cristo.
Sin embargo, para aquellos que no creen en él, por más evidencias o testimonios proporcionados o presentados no serían suficientes para convencer a los incrédulos de este auténtico evento. Pero aquellos que han recibido el don de nuestra fe cristiana están dispuestos y deseosos de confiar en Dios; no se necesitarían pruebas ni testimonios para ser convencido.
Otra condición y determinación decisiva para creer en el Señor resucitado reside en el estado del corazón de la persona, ya sea que ese corazón esté centrado en Dios o en uno mismo; ya sea receptivo, dispuesto y abierto a la providencia y voluntad de Dios o cerrado a la iniciativa, invitación, relación y revelación divinas. Cuando el corazón de una persona es tierno, puro, inocente, compasivo, misericordioso, generoso, arrepentido, humilde… y lleno de amor a Dios, esa persona creerá en la resurrección del Señor.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SERVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a ser valientes con convicción como Pedro y los demás discípulos para proclamar sin temor y tener fe en el Señor Resucitado que ha sufrido, muerto y resucitado para obtenernos la gloria de nuestra salvación.
¿Cómo podemos ayudarnos a ver, escuchar y experimentar al Señor Resucitado en nuestras vidas, reconociendo su presencia divina en todo momento?