"En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: "Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: 'Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo.” (Levíticos 19:1-2)
El tema principal de este séptimo domingo del Tiempo Ordinario se centra en el fundamento de nuestra moralidad judeocristiana, es decir, la santidad de nuestro Dios amoroso, misericordioso y compasivo, que espera que nosotros, Su pueblo elegido, seamos como Él, encarnando Su santidad, amor, misericordia y perdón. La frase: “Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo” en Levítico 19:2 se correlaciona con el mandato de Cristo: “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” en Mateo 5:48, porque la palabra “santo” en la Biblia equivale a “perfecto”, y ambas palabras describen la cualidad de Dios.
Cristo nos enseña que para que seamos “santos” o “perfectos” como Dios, debemos extender o incluir nuestro amor a nuestros enemigos. Él dijo: “Amad a vuestros enemigos” en Mateo 5:44. Este mandato es uno de los versículos más importantes de todo el Nuevo Testamento. Coincide bien con la instrucción del rey Salomón de que uno debe alimentar al enemigo si esa persona tiene hambre en Proverbios 25:21.
Los pensadores de la iglesia primitiva vieron la instrucción de Jesús como una de sus enseñanzas más importantes. Aunque la redacción exacta no aparece en textos judíos anteriores, hay ejemplos de pensadores anteriores que comparten los sentimientos de Jesús. Por lo tanto, nuestro llamado a ser como Dios siempre “santo” y “perfecto” es nuestro deber cristiano de por vida y el discipulado que Cristo Jesús quiere que practiquemos, para así llegar a ser como Dios.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a ser santos y perfectos como Dios, incluso a amar a nuestros enemigos, especialmente en el Tiempo Ordinario, a imitar y seguir a nuestro salvador Jesucristo, a arrepentirnos de nuestros pecados, a ejercer nuestra mayordomía cristiana, a usar nuestro tiempo, tesoro, y talentos para amar a Dios sobre todo y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, participando en las obras de misericordia, para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas para glorificar a Dios.
¿Cómo podemos ser auténticamente “santos” y “perfectos” como Dios y Jesucristo, amando, perdonando y orando por nuestros ofensores que deliberadamente nos causan dificultades y sufrimiento?
Les deseo una muy feliz y bendecida semana en el Señor.