“El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón.” (Lucas 6:45).
El tema principal de este Octavo Domingo del Tiempo Ordinario llama nuestra atención sobre nuestro discurso, motivaciones, pensamientos, acciones y nos desafía a usar nuestras palabras cuidadosamente como Jesús usa las suyas en su ministerio de predicación y sanación: sanar, restaurar, proteger, fortalecer, devolver la vida, la alegría y la esperanza al pueblo de Dios.
Las lecturas también nos invitan a tener un corazón y una mente de Dios, y nos instruyen a compartir nuestra vida cristiana, el amor y la salud espiritual con nuestras palabras y acciones para evitar chismes sobre nadie y todo, y pasar precipitadamente, irreflexivamente y causando dolor, juzgar a los demás, dañando así su buena reputación y causándoles un daño irreparable.
Nuestras palabras tienen un poder tremendo porque es mediante el uso de palabras que Dios crea el universo y derrota a Sus enemigos, dándose cuenta de Su magnífico poder. Por ejemplo, en la historia de la creación en el libro de Génesis, Dios dijo: “Hágase la luz, y la luz se hizo”. En el evento de la Pascua, el Señor le habló a Moisés: “Porque en esta misma noche pasaré por Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra, tanto a los seres humanos como a las bestias, y ejecutaré juicio sobre todos los dioses de Egipto”.
Y así, el Señor hizo como dijo. Dios se da cuenta de su magnífico poder al usar Su Palabra, lo que llevó a Moisés y a todos los profetas a declarar: "Así dice el Señor". Y una vez proclamado, Dios librará, así como la lluvia o la nieve no volverán al cielo con las manos vacías sin producir frutos en la tierra como lo explica Isaías.
Nuestro habla y nuestras palabras revelan nuestra mente y corazón. Cuando nuestra mente y corazón sean puros y santos, entonces nuestra palabra y habla serán puras y santas. Por el contrario, nuestra mente y nuestro corazón son impuros y malos, entonces nuestro hablar y nuestra palabra estarán llenos de malicia, resultando en pecado y muerte. Por eso, Cristo nos enseña a estar atentos a nuestra mente y corazón, manteniéndolos limpios, puros y santos que nos llevarán a la vida eterna ya la auténtica felicidad.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) GUIAN a otros a Jesús. Los temas de hoy nos invitan a mantener nuestra mente, corazón, palabra y obra pura y santa como de Dios para alcanzar la vida y la felicidad eternas.
¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a mantener nuestra mente y nuestro corazón puros y santos como de Dios, atentos a nuestra palabra, habla, motivación, pensamiento y obra?
Deseando a todos una semana bendecida en el Señor.