“Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí” (John 18:36).
El tema principal de esta solemnidad de Cristo Rey se centra en la entronización de nuestro Cristo victorioso como Rey en el cielo en toda su gloria. La Solemnidad de hoy fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 para celebrar el Año Jubilar y el XVI centenario del Concilio de Nicea, concluye el año litúrgico de la Iglesia. El Papa Pío XI proclamó esta celebración para reafirmar la soberanía de Cristo y la Iglesia sobre todas las formas de gobierno, y para recordar a los cristianos su fidelidad y lealtad a Cristo, quien los ha hecho hijos adoptivos de Dios y futuros ciudadanos y herederos de la Iglesia. Reino de los cielos.
Cristo es nuestro Rey y Gobernante espiritual, que gobierna por la verdad y el amor. Declaramos nuestra lealtad a Él por la calidad de nuestro compromiso cristiano, expresado en nuestro servicio a los demás con amor sacrificado y perdonador, y por nuestra solidaridad con los pobres. Honramos a Cristo como el Rey del Universo y el Rey de nuestros corazones, permitiéndole tomar el control de nuestras vidas. La Cruz es el trono de Cristo y el Sermón del Monte es su ley. Nosotros, como ciudadanos suyos, debemos obedecer sus mandamientos: amar a Dios por encima de todo y amarnos unos a otros como a nosotros mismos. Cristo es un Rey con una misión salvadora y liberadora: librarnos de todo tipo de esclavitud pecaminosa, capacitarnos para vivir en paz y felicidad en la tierra y prometernos una herencia en la vida eterna del cielo.
Hoy, al celebrar la soberanía única y distintiva de Jesucristo, afirmamos el hecho de que Él ejerce una autoridad supra-política, espiritual y vivificante sobre cada aspecto de la experiencia humana. A diferencia de los reinos terrenales que continúan existiendo incluso cuando el gobernante terrenal muere o accede al trono a un sucesor, sin Jesucristo no habría reino ni reinado. Pero con Él, y en Él y por Él, hay un reino y un reinado cuyas realidades pueden ser reconocidas y realizadas en el corazón de todos los que creen.
Dios no quiere que tengamos una relación de Transacción sino de Transformación. Por lo tanto, los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) LIDERAN a otros a Jesús. Los temas de hoy nos recuerdan que a pesar de todos los cambios en el mundo, Cristo sigue siendo nuestro rey eterno y del universo.
¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a aceptar a Jesucristo como nuestro Siervo Señor, Rey de Corazón y entregarle nuestras vidas?