“Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor” (Lucas 2:22).
El tema principal de la fiesta de la Presentación del Señor se centra en la presentación de Jesús a Dios, y nuestra presentación al Señor, para volvernos más amorosos, humildes, compasivos y misericordiosos, para glorificar a Dios.
La “Fiesta de la Presentación del Señor” conmemora un episodio temprano en la vida de Jesús, cuando José y María presentaron al niño Jesús a Dios en el Templo de Jerusalén. También conmemora la práctica judía de la purificación de la madre 40 días después del parto (de ahí, 40 días después de Navidad para la Virgen María, el 2 de febrero, también conocida como la “Purificación de la Virgen María”). Esta fiesta también es conocida como la “Fiesta del Encuentro” (que literalmente significa “Reunión” en griego) porque el Nuevo Testamento, representado por José y María, se encuentra con el Antiguo Testamento, representado por Simeón y Ana en la persona del niño Jesús, el Hijo unigénito de Dios, que es presentado y ofrecido a Dios, el Padre Celestial y el Espíritu Santo en el Templo.
También es conocida como la “Fiesta de la Misa de las Velas” porque se refiere a Cristo como la “luz de las naciones” y la “gloria de Israel”, y a la práctica de que un sacerdote en este día bendiga algunas velas que se utilizarán durante todo el año para alejar las tormentas. Esta fiesta se menciona en el cuarto Misterio Gozoso del Rosario y es una de las fiestas más antiguas de la Iglesia en honor a la Santísima Virgen María. El Papa San Juan Pablo II conecta esta fiesta con la renovación de los votos religiosos.
Los discípulos cristianos dinámicos son aquellos que (1) CREEN, (2) CRECEN, (3) SIRVEN, (4) AMAN y (5) LLEVAN a otros a Jesús. El tema de hoy nos invita a presentar a Jesús y a nosotros mismos a Dios, a seguir a Jesús más de cerca, a arrepentirnos de nuestros pecados, a ejercer nuestra mayordomía cristiana, a usar nuestro tiempo, tesoros y talentos, a amar a Dios sobre todas las cosas y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, participando en las obras de misericordia, para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas para glorificar a Dios.
¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a presentarnos más dignos a Dios, manteniendo nuestra promesa bautismal, viviendo vidas santas, dedicando nuestros servicios a Dios, a los demás y a la Iglesia?
Les deseo a todos una semana bendecida en el Señor.